Una de las preguntas que a veces surgen...¿Cuántos libros leo en un año? Pues parece que unos 42 o 45... muchos domingos de reseña, una reflexión sobre lo leído y, a veces, la satisfacción de los comentarios de los otros.
En París, de trabajo y hace más de una semana, comencé "Cristo se detuvo en Éboli". Un gran libro para terminar un año de blog, para un año que acaba, para tener la oportunidad de pensar sobre la vida que pasa y sobre lo que nos pasa en la vida. Este libro está basado en la vida real del autor, Carlo Levi (hermano de Primo Levi) que, represaliado por la Italia fascista de Mussolini, es condenado a exiliarse en un pueblo perdido del sur de Italia, Gagliano (en la zona de Lucania).
Un destierro interior en los años 30 en Italia...
Es un libro de alguien que tiene mucha paz en su vida, no es un libreo escrito desde la rabia del destierro sino desde la generosidad y el asombro de quien descubre, día a día, un mundo nuevo, con pocos prejuicios y mucha inteligencia emocional... El Carlo Levi que tiene que hacer de médico por obligación, el que se enfrenta a la vida rural, sin concesiones, el pintor que observa el entorno, el que es espectador asombrado de un mundo rural y fantástico (pero tan moderno como la literatura fantástica del boom hispanoamericano!!!)
Describe ese mundo rural italiano con toda su rudeza y toda su crudeza: infectados por el paludismo, dominados por el caciquismo, la gente vive en un entorno insalubre, inculto, lleno de prejuicios y con un sistema de castas muy acusado. Campesinos que van a América y cambian de vida pero vuelven al pueblo y todo sigue, mujeres agotadas por el peso del agua, de los hijos y del campo, en definitiva, el peso de un destino del que parece imposible escapar. Sin embargo, es una descripción hecha desde el corazón y el cariño, sin el esnobismo del hombre de la ciudad, sin la lejanía de un narrador ajeno y omnisciente... Y es ese punto de vista del autor lo que hace de la novela una gran obra que merece la pena porque nos transmite un enorme respecto por "los otros". Porque nos acerca a ellos, porque nos hace sentirnos parte de una cadena humana infinita...
"... aquella compasión, aquella resignada y solidaria paciencia secular era el profundo sentimiento común de los campesinos, vínculo no religioso, sino natural. Ellos no tenía, no podían tener lo que se suele llamar conciencia política, porque eran, en todos los sentidos del término, paganos, no ciudadanos..."
Es esa combinación entre el tono, nunca condescendiente ni paternalista pero siempre respetuoso, y la perspectiva narrativa de un autor asombrado e inteligente lo que nos mueve a la reflexión y a la comprensión.
En un mundo en el que damos mucha importancia a los hechos y a la velocidad de los mismos (y más aún en el siglo XX), a la política o al triunfo, Levi nos descubre algo más profundo y atávico en el hombre y en su relación con la tierra, somos tierra... el destino del hombre está por encima de ¿lo que llamamos civilización? Porque, realmente, la civilización es un hecho cultural pero también Altamira lo fue y lo son otras muchas...
"La Virgen del rostro negro... no era la piadosa Madre de Dios, sino una divinidad subterránea, negra por las sombras del regazo de la tierra, una Perséfone campesina, una diosa infernal de las misas."
El autor nos obliga a reflexionar sobre la civilización moderna porque sólo perdura aquello que es común a todas las civilizaciones.
Los ojos con los que vemos el mundo, son los ojos de nuestras emociones y de nuestras ideas previas pero sólo el respeto ante lo diferente, solo la mirada asombrada de quien quiere entender sin prejuicios es lo que nos permite descifrar nuestra relación con el entorno en el que nos toca vivir.
Gracias a todos los que habéis leído, participado, comentado este blog!!!!